“Quien tiene un amigo, tiene un tesoro”. Esta frase es quizás la que mejor resume qué es lo que pienso y siento cada vez que leo la reflexión de la Semana de dieta fenilcetonúrica (PKU) a la que se sometió mi amiga Mariola.
Soy Cristina Segovia y llevo conviviendo con la PKU casi 23 años. ¡Y lo que me queda por convivir con ella! Pero, desde mi opinión, se hace más llevadero rodeada de la familia y amigos, amigos como Mariola. Puede que, como ella bien dice, empezara con una apuesta o con un “no puede ser tan complicado”, pero os puedo asegurar que ella no estaba siendo para nada osada ni estaba menospreciando la “lucha” que día a día podemos tener aquellos que tenemos una metabolopatía. Quizás es por la naturalidad y normalidad con la que afronto mi enfermedad, y que, en gran parte, y por lo que debo estar tremendamente agradecida, es gracias a mis padres y hermano, que en ningún momento me han hecho sentir “especial” o “rara”.
Es por estas razones por las que probablemente haya tenido el valor y el “desparpajo” de contarlo a aquellos que me rodean y me inspiran total y absoluta confianza. Y Mariola es el mejor caso de todos porque es la que realmente se ha llegado a poner en mi lugar. Sé que 30 gramos de proteína pueden ser mucho para cualquier fenilcetonúrico y que muchos pacientes se ven obligados a consumir menos proteínas que éstas, pero, desde mi punto de vista, no se trata tanto del número, sino del hecho, del hecho de que se quisiera poner en nuestro lugar, aunque solo fuera por una semana. Y sé que fue duro para ella, ¿os podéis imaginar el gran cambio que supone en su día a día reducir la ingesta de proteínas para alguien que come carne, pollo, pescado…con frecuencia y pocas verduras, así como refrescos light o zero, como ella misma reflexiona? Pero, con lo que más me quedo es con su esfuerzo y su tesón por seguir intentándolo, a pesar de que recuerdo perfectamente cuando decía…”es que si como esto ¡no me quedan nada de proteínas para la cena!”
No quiero decir que todo el mundo debiera someterse a esta prueba, ni mucho menos, porque ante todo está la salud de cada uno, pero, y como mi amiga me ha dicho, si esta experiencia que ella ha vivido puede lograr que otras personas que comen de forma completamente normal puedan empatizar con nosotros, adelante. Aquí queda.
Y, ante todo, decir que estoy tremendamente agradecida a Mariola, por ponerse en mi lugar y valorar lo que hago cada día que a simple vista puede parecer sencillo hasta que lo vives, así como a mi familia y amigos, por tener en cuenta mi enfermedad a la hora elegir restaurante cuando salimos para que yo me sienta cómoda. Pero, sobre todo, por hacerlo más llevadero. Como empezaba al principio de todo “Quien tiene un amigo, tiene un tesoro”.